viernes, 22 de junio de 2007

Cosas Tontas

Tengo ganas de escribir cosas tontas,
Como que vengo y voy en corta vida,
Tal vez que vivo tiempo que tú hurtas,
O que poseo una llama aquí escondida.

Poseo deseos de narrar los hechos sutiles,
De esos que marcan la sublime existencia,
Tengo apetito de hablar de esos gentiles,
Que corona la vida con su gran sapiencia.

El buen bizarro se vuelve vino y pan,
Cuando de tratar lo extraño se trata,
Pues no crecer que el vil sueño es tan,
Que da pausa a la vida si la atrapa.

Tengo ganas de escribir de trilladas cosas,
Del mar, del amor de luna, tal vez de dios,
Quizás de monstruos vueltos mariposas,
O la rosa que muere con el filo de la hoz.

Quizás de lo divino de aquel atroz pecado,
-El que mata el tiempo se vuelve blasfemo-
Pues es tan mal prudente aquel buen osado,
Que desea ahorrar segundos para nada bueno.

Puedo hablar de ángeles que huyen cansados,
Cuando se les va buscando para cegar dudas;
O de inmensos galeones que existen varados,
Pues torpes mareas les obsequió vidas crudas.

Quizás platicar de hechos ligeros, balines,
Se un negocio puro sin sentido, sin final,
Pero mezclar palabras cual colores sutiles,
Hace que se libera parte de una mente abismal.

Puedo hablar de la vida, hermosa por eso,
Del gran hoyo negro del siniestro destino,
O la blanca luna sazonada cual blanco queso,
Que baña la tierra con matiz de luz fino.

¿Les hablo de un mar rojo que baila y goza?
Del fauno loco que canta efímeras quimeras,
O del vil mezquino que el oro mima y roza,
Buscan en su brillo, faltantes caricias sinceras.

Hoy es tiempo para hablar de muchas vidas,
De calmar con secreto los sueños que montas,
Pero no son buenos los ratos para lo que osas,
Pues hoy tengo ganas de escribir cosas tontas.

domingo, 17 de junio de 2007

Otro anzuelo

Llegue a tiempo para perderme. Había exprimido todos los nervios, todos los miedos, todo menos lo que necesitaba. – ¿Esta es la fila para la puerta nueve?- le pregunte por décima vez a un mar de gente que se formaba en dos sentidos por fuera del Centro Universitario de Ciencias Sociales y humanísticas de la U de G. Iba a ser mi examen de admisión y ya estaba perdido.

-Si- dijó una muchacha, que por cuarta vez me respondía, y que reía ante mi confusión. Ante no entender que el principio era el final, y final no era sino el principio. –La fila sigue, sigue, y cuando menos acuerdas acaba di la vuelta, como todo- reafirmo y se río conmigo (no de mi) de aquello.

Regrese. -¿Este es fin de la fila a la puerta 9, verdad?- pregunte a un muchacho que se había hartado de verme pasar de arriba abajo, -No- contestó molesto,- aquí da vuelta, empieza allá- dijo estirando un largo dedo que se coronaba con un cigarro a punto de consumirse.

Caminé. -¿Aquí es cola de la fila?- volví a interrogar. –No se- me dijo un mujer que volteaba a todos lados como buscando algo, -pero por las dudas aquí me formó – compartí su lógica y aguarde.

La fila avanzó. Dio vuelta y como serpiente cósmica se devoro a si misma y desapareció. -¿Aula 22?, tercer piso por las escaleras a la derecha, ultima aula- dijo una mujer que acomoda con una fuerza mirada de pupilas grises a todo aquello.

El examen tardó, varios faltaron y el número de las listas no coincidía con el número de personas allí reunidas. Sesenta dijo el que aplicaba el examen, mientras repartía por cuarta vez los folletos y hojas de respuestas, por no repartir como era el material.

Y apuraba nada amablemente los hechos de su error, mientras presumía que era un experto en el asunto de aplicarlo. –Que bueno que va a un curso, y no es su primera vez- se quejó con sarcasmo un aspirante desde el fondo del salón. El aplicador sonrió forzado al joven.

El tiempo se fue rápido, a cada sección de las cinco me sentí con menos tiempo, pero fue el mismo, lo conté. Todas los circulitos rellenos. Hice mi examen de admisión al mundo universitario.

Una serpiente se comió así misma. Otra aparecerá, alguna tarde, pero lo hará.

Que la suerte nos acompañe.

10 minutos de Insomio

Hay cosas chistosas que te pueden pasar en la vida y una noche de insomnio por quedarte a leer un libro es una de ella. Tal vez la más peculiar, tonta o extraña depende de que perspectiva lo veas.

Algunos se desvelarían por preocupación, por miedos, otros por huirle a sus propios ángeles. Pero no. Yo me espante el sueño leyendo “El vuelo de Eluan” una historia de realismo mágico que habla de la aventura de un hombre alado de la tierra de Patia, por seguir un sueño. Y por seguir las peripecias del sueño de Eluan, el hombre alado de seis dedos, espante el mió.

En este momento quisiera preguntarle a los tres sabios de las cúpulas de la tierra santa, donde encontrar mi sueño, pero tal vez no pasaría las preguntas de los guardianes y terminaría en el calabozo como muchos de esta tierra.

Dalí, el pintor, decía que el subconsciente maná ideas extrañas cuando coquetea con el sueño. Y dormir (o de perdido sestear) con una cuchara te provocaría las ideas mas creativas y alocadas (valga el pleonasmo artístico) cuando perdieras fuerza y la cuchara cayese y te despertara.

Dicen que los sueños son como el puente que te une a esa parte que todo mundo tiene pero pocos conocen. Es pedazo de mente que te controla, te inhibe, te excita, te llena, te describe, te oculta, te mancha, te libera. Ese puente de sueños que te lleva de la vida común, de algarabía y frívola, helada de la realidad, a conocer y tutear a tu propio yo. Ese puente.

La vida son puentes. Una vez escuche un pasaje bíblico (muy bonito libro, pero eso al fin) en el que se comparaba la vida como un puente. “Pasaras por él, pero nunca te establecerás sobre él”, Linda comparación.

Mi celular marca que son las 12:35 de la noche.

Con esta ultima línea comenzó la segunda hoja de cuadricula con este color morado que fue lo único que encontré para expresar mis ideas, tal vez no tenga cuchara, pero una creatividad (molesta, a veces) que me mantiene al hilo.

Mi teléfono ahora marca las 12:38 y el color esta dando fin al resto de la punta que le queda. Yo escribo lo que me viene a la mente, mientras la punta de este color morado dure, como si fuese una vela que me ilumina por unos instantes la existencia. Poco a poco se extingue con la noche misma.

Pudiese contar muchas cosas. Hablar quizás de los travestís que vi pelear en la calle que da desde mi ventana, o del insecto tonto que no le deja de dar vueltas a la lámpara de mi cuarto, pensando (quizás) que es la luna o su verdad. O platicar tal vez de que el reloj marcan las 12:42 p.m., y que estoy a unas letras de completar la pagina dos de este mi escrito de insomnio, pero no hoy, y mas aun cuando mi vela morado esta por extinguirse, como todo.

Es hora. Es hora de tratar de ganarle un round a Morfeo y mi sueño será el premio. Pero sobre todo, ganarle a la vida. 12:44

Como castigo propio, rompo la punta de este color morado siendo las 12:46 para ya irme a dormir, por más duro que sea el insomnio.

Saludos Morfeo.

12:48

lunes, 11 de junio de 2007

MURIO

-¡No se en que momento, pero la inspiración ha muerto!- gritaba con locura el absorto escritor, mientras con sus manos rudas, cansadas de sostener la pluma, de crear poesía, de verter su esencia en cada historia, de dar un trozo de su ser a cada personaje nacido de la punta de su creativo bolígrafo azul, arrojaban al suelo violentamente hojas blancas que estaban en su escritorio regadas.

Las hojas cayeron suavemente, guiadas por el viento calmado que rodeaba la habitación del escritor. Solo una hoja marcaba la impaciencia de esté, entre borrones indescifrables de letras muertas. “El polvo de s..” se podía leer con mucha detenimiento e imaginación en una de las líneas sobrescritas con letras luchando por poder ser leídas.

Amor, chaval, quimera, locura, suave, negro, pase. Las palabras hablaba pero nadie las escuchaba, ni siquiera el escritor, que melancólico miraba a todos los rincones de aquella su habitación, buscando un soplo de existencia de lo que algún día fue su querida inspiración.

Dio cuenta del ultimo trozo del cigarro que descansaba en su tintero, y arrojo la colilla hasta donde su manos cansadas le permitieron. Miro absorto la hoja que caía burlándose de su momento de bloqueo.

No dijo más. Tomo su encendedor y lo encendió con la esperanza de obtener la cura de sus males con los humos del tabaco. Otro cigarro salió de su bolsillo de la camisa con la esperaza de otra tarde muerte.

Miro las hojas blancas en el suelo triste, cubriendo el polvo los días de la limpieza que creía hacer. Tomo con cariño la hoja que guardaba entre borrones los secretos de su creatividad y sentido, y tomándola de una de las esquinas, le prendido fuego con la llama del encendedor que le daría la inspiración.

-¡La inspiración ha muerto!- gritaba él. Mientras la hoja se consumía en cenizas y desesperanza. El humo del papel, se mezcló con él del cigarro que descansaba entre los labios del escritor, y llegó hasta un rincón del cuarto que el escritor jamás vio.

Una voz a la espalda del poeta le dijo, -No he muerto, tonto, tu estas ciego-