domingo, 26 de noviembre de 2006

DESDE LEJOS


De lejos te sueño, quimera perfecta,

De lejos te observo, cual luna a la tierra;

De lejos admiro, tu belleza incierta,

Desde lejos veo, tu faz sin la guerra.

A distancia veo esos labios tuyos,

-quien fuera tu mano que huele tu aliento-

¡que fuesen miradas! ¡que fuesen murmullos!

Que me reflejaran este sentimiento.

Desde lo infinito, venero esos ojos,

Cual mira luceros, un navío perdido,

Y observo mejillas provocar sonrojos,

Cuando tu mirada, hace mi ser ido.

Creo ver tu alma, tras de tus pupilas,

Tu casta existencia en tu corazón;

Siento tu pureza, cual hermosas lilas,

Que pierde y despoja mi poca razón.

Me encanta tu aroma, puro y enervante,

Que me purifica, cual agua cristal;

Adoro el perfume divino y constante,

Que huele a jazmines en un gran caudal.

Te veo desde lejos, mi ser te reclama,

Te veo desde lejos, te adora mi alma,

Te veo desde lejos, mi mente te ama,

Te veo desde lejos, mi sueño esta en calma

sábado, 25 de noviembre de 2006

LA EPIDEMIA

Hubo una vez en tiempos remotos cuando la tierra era mas joven, y el ser humano no la doblegaba como ahora, si no que se defendía de los peligros de esta y de lo que había. Existió un hombre que un día como cualquier otro, salió a buscar alimento para su tribu, era el jefe supremo, era su misión. Salio al otro extremo del valle en donde había vivido siempre. Se interno en la espesa selva que cubría más de la mitad de aquella planicie. Y camino.

Sus pies descalzos se amoldaban a cada paso que daba por el suelo de tierra y hojas secas. Sus ojos maravillados, miraban aquella belleza extraña, que nunca había visto y que pensó que no existía. Los ancianos, sabios señores de la tribu, lo tenían prohibido. “Nadie debe de entrar en la fauces de la selva, aquel que entre no será el mismo”. Lo habían sentenciado “Aquel que entre será poseído por el espíritu maligno Giort, un ser maléfico, que se multiplica, cual enredadera en lluvia”. Lo tenía advertido “Cuando los posea no lo sentirán hasta que sea tarde”.

Era difícil la decisión, pero después de largas horas de charla. Los jefes del clan conversaron. Dada la escasez de alimentos del lado del valle en que habitaban tendrían que ir a la jungla, a buscarlos al otro extremo.

Varios fueron los valientes que se enlistaron a la travesía. Sin embargo el jefe supremo hablo. Con calma y seguridad les dijo “dados los peligros que vislumbran los ancianos, solo yo iré. Es mejor morir yo, y ustedes nombrar otro jefe y otra salida. Que ir muchos, y ustedes quedarse sin valientes”. Así se marcho.

Anduvo largo rato buscando alimento, hasta que sin saberlo, llego al corazón mismo de la jungla. Allí como si siempre hubiese estado, una antorcha encendida alumbraba una gran piedra la cual, a su vez, tapaba con su peso la entrada de una cueva. Una cueva que iniciaba en una pequeña loma y que era el centro de un gran llano limpio de árboles grandes en medio de la jungla.

Unos raros trazos brillaban a la luz del fuego de tea. El no los entendió. “¿A esto le temerían los ancianos?” se pregunto en el inconsciente. Investigó alrededor de la piedra, y vio que encima de la pequeña loma, nacía un manantial. Donde varios animales bebía tranquilamente. Aves de brillantes colores, rodeaban vigilando aquel bello oasis desde los árboles circundantes.

De pronto un gran gorila llego de detrás del hombre sin que este lo sintiese. Se acerco al agua, y al haber muchos bebiendo no lo pudo hacer. Regreso a sentarse a la roca, impaciente. Observo al hombre pasmado, aquel animal raro que nunca había visto. El hombre orgulloso no quiso observarlo. Mejor, aprovechando el momento de ocio y curiosidad, escarbo con su delgaducho índice en medio de la roca y la cueva. Haciendo una pequeña abertura del tamaño de una moneda.

Los animales levantaron la cabeza, como si supieran que algo iba a suceder. El viento tranquilo se tordo violento y apago la antorcha. Los signos brillaron asustando al hombre, que cayo al suelo. Asustado y confundido, se levanto lentamente. Los trazos ya no estaban en la piedra. Aquel gran gorila se acerco curioso a la abertura, ahora mayor que al largo de un brazo. Los ojos del animal brillaron al ver el fondo de la caverna. De repente, de repente se erguio completamente y golpeando su amplio pecho con sus puños, soltó un estruendoso sonido. Jamás nadie lo había oído aquello tan escandaloso. En aquel mundo de silencio y paz aquello rompió drásticamente la calma.

Las hermosas aves, volaban confundidas, por entre las ramas altas de los frondosos árboles. Los animales espantados corrían en todas direcciones desesperados. El hombre muerto de miedo, cubrió su cabeza con sus brazos, como si algo le fuese a caer. Como cuando los infantes oyen un trueno, y asustados tapan sus oídos.

Paso el barullo, el hombre se acerco curioso a la abertura de la roca. No vio nada, era muy oscuro. Sus pupilas lucharon tanto en ver dentro que, sintió como le ardían los ojos al sacar la vista a la claridad. “Este será un buen lugar para la tribu” dijo aquel hombre, cuando sus ojos se adaptaron al ambiente, y pudo ver el lugar alrededor. Se espanto al oír su ronca voz y no sus pensamientos. “Que extraño” volvió a decir. Y violentamente se tapo la boca con las manos, para que esta no dijeran más palabras.

Sabía, en sus adentros, que sus compatriotas los recibirían con alegría. Sin embargo, ya de regreso a la tribu, sintió una presión extraña en su pecho. Era como algo que quería salir y no podía. Abrió la boca. Nada. Era algo profundo, que subía por su pecho hasta su garganta y luego inseguro bajaba de nuevo, a seguirlo presionando. No sabía que, lo ignoro. No lo dejo salir.

Siguió caminando a lo largo de aquel valle que había sido el hogar suyo y de su clan desde que lo recordaba. Desde que la gran explosión, que los antiguos decía, había acabado con la tierra vieja. Muchos, decían, había huido hacia las estrellas para salvarse y ya no volvieron o se convirtieron en luceros de la noche. Los ancianos dicen que de todos los que vivieron y se quedaron. Muchos murieron después de los truenos y rayos que cruzaban el gran mar, en medio de las dos enormes tribus que los producían. Unos alegaban que la amenaza había sido primero de donde muere el sol, los otros que el primer ataque vino de donde nacía. Ya no importa, los que empezaron el desastre se volvieron estrellas primero.

Sabía que el traslado del clan no seria seguro. Y en aquel sitio los esperaban peligros desconocidos. Que quizás algunos no creerían abandonar la seguridad de las cavernas. Sin embargo algo le decían que aquel lugar era el correcto.

Varias personas lo esperaban. Algunos con señales de cansancio y ansia. Les comunico del lugar que había encontrado. Más se guardo para si los extraños sucesos. Los felicitaron. Le dieron algo de beber y de comer. Y mientras saciaba su hambre, le comunicaron que mientras el había salido a la jungla, varios de los suyos también se encaminaron a explorar el valle. Encontrado un grandioso rió, a las afueras del valle, detrás de las altas montañas. Donde había en excesos hierbas y árboles frutas. No era difícil llegar, quizás el único inconveniente era que había poca caza, pero había mucho que pescar.

El hombre se altero un poco. Había salido a exploración sin su permiso. Mas aun así habían encontrado algo mejor que el. Sin embargo algo en su interior le decía que el lugar de la roca era el correcto. La discusión comenzó calmada y suave como siempre. Dando los aspectos buenos de cada punto y al final tomando un decisión.

Al pasar las horas los jefes grupales se encontraban divididos en dos bandos. Los que querían ir al lugar del rió. Y los que apoyaban al gran jefe con el lugar de la roca. Dividir el clan no era una buena opción, unidos era fuertes ante ese nuevo mundo. Separarse solo provocaría más muertes, que la escasez misma por la que pasaban.

De repente un hombre que apoyaba la idea de mudarse al río hablo en murmullo y con calma como todos. “hay un problema con la jungla, abra mucha caza y muchos árboles. Pero es peligrosa y difícil de llegar”. “¡¡¡Pero es el único problema!!!” dijo el gran jefe con una estruendosa voz, similar a la del simio, que hizo gran eco en la caverna en la que se hallaban.

“¡Problema!.... Problema!.. oblema!” repitieron las paredes convirtiendo el escándalo en murmullo “...oblema......oblema......oblema.” fue lo ultimo que se escucho.

Todos se asustaron. Hasta el gran jefe, que quedo pasmado por lo que había oído. Sin embargo la presión en su pecho había disminuido. Un joven intervino con un murmullo en aquel silencio sepulcral. “Quizás”dijo con seguridad y moviendo la cabeza de arriba abajo lentamente mientras hablaba“Pero sigue siendo un problema....un gran problema”.

El gran jefe, paralizado. No supo que decir. De repente un hombre de los de su bando, saco un estruendo similar al anterior, “¡¡¡¡Es un problema pero el jefe se esforzó!!!!”. “¡Esforzó!.... ¡esforzó!.... ¡sforzó!....” volvió a repetir el eco. Nadie se paralizo. Esta vez uno del bando les respondió de la misma forma extraña y novedosa. “¡¡¡Queremos mejorar, no la ruina!!!”. El eco ya no respondió. No tuvo cabida. La mayoría del bando de la roca, hablaba enérgicamente y sin sentido.

Los del río se retiraron paso a paso. Dejando al gran jefe y a los de la roca hablando tan alto que ninguno entendió, hasta que todos hablaron al mismo tono. Varias familias nómadas, que caminando desde las destruidas urbes habían llegado al valle, y que buscaban dejar un buen refugio y sus largas caminatas, se unieron en ambos clanes.

Las que se unieron a las de la roca en la jungla. Aprendieron rápidamente aquel idioma escandaloso y testarudo. Se dedicaron acabar con la jungla, sin embargo jamás, abrieron por completo la piedra que era el centro de su aldea. Por miedo quizás, a que su vida cambiase más, que lo que la misma gran explosión había hecho. Así como el demonio de la jungla que profetizaban los ancianos. El togri, como le llamaron a aquello. Se extendió como el viento entre los que lo conocían.

Las que encontraron a los del río se volvieron calmadas y serenas, buscándole razón a las cosas; dándole un significado a su vida por el camino de la paz. Del otro lado de las montañas en una gran llanura que tomaron como nuevo hogar. De vez en cuando sentía nostalgia de sus tierras pasadas, y una presión en el pecho los movía hacia el horizonte, ha sacar los restos aquel sentimiento y pesar que había quedado en su sangre.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

OFICIALMENTE

Con el alma te odio,

Por esos bellos ojos,

Que el gran dioS te dio,

Para aliviarme de abrojos.

Te detesta mi mente,

Por tu hermosa sonrisa;

Ese brillante incoherente,

Que acaricia como brisa.

Te aborrece mi mirada,

Por ser tan sutil criatura,

Que semeja a la alborada,

Por ser tan bella figura.

Tu faz mi ser lo rechaza,

Cual gota de agua en marchito,

En mi memoria se traza,

Un estrella en lo infinito.

Con un odio muy formal,

Tu cara en mi mente trepas,

Auque este sentir fatal,

Tu del jamás lo sepas.

Luis Rangel, solo yo