miércoles, 17 de octubre de 2007

Mirando

Se que es fuera de tiempo pero fue lo que me dejo.


Y la catártica parroquia desde exaltado recinto,
Maracas, gritos, tambores de colores en los ruidos,
Que avanza cual batallón bañado de fe e instinto,
Sueños en pasos pesados con milagros no cumplidos.

Rompe el sueño que ha nacido en la aurora tapatía,
Que despierta poco a poco en incienso y cafeína,
Niños que miran gustosos banderas y algarabía,
Exigiendo escandalosos a aquella dama tan fina.

Entonces en lo caótico del ritmo de los penachos,
Jalados por cascabeles, por tambores, latigazos,
Que gritan marcando bruma al golpe de los muchachos,
Un rayo de luz deshace en asfalto hecho pedazos.

En la esquina, el fiel incienso y la calmada canela,
Lucha a duelo, la fe y la costumbre mueren y nacen,
Mientras pequeños perdidos, alegres que no hubo escuela,
Corriendo tras las siluetas de los demonios que hacen.

El puente ya se ha vaciado de ojos de asombro tardío,
Entre los árboles mirones el sol se asoma curioso,
-Quizás el próximo cielo en medio de tal gentío,
Logre verla a Ella- se imagina el astro ansioso.


Los semáforos han muerto, la sangre, el pasto sin voz,
Una rivera de voces cansadas avanzan en un sentido,
Y el esmero cae de golpe bajo el filo de una hoz,
Que ha afilado su navaja en la fuerza que se ha ido.

Y la catedral celosa observa, celeste e iluminada,
Un río de culturas vivas, otras muertas u olvidadas,
Mira que entre las esquinas baja la gente cansada,
Sin embargo se sonríe por estrellas sojuzgadas.

Las calles que en otras horas engullían trozos de hierro,
Hoy por motivos divinos, del sol que apenas salio,
Han puesto en su voluntad un ayuno que le herró,
Vigilantes, barricadas, y el fiel tumulto cesó.

En pintura regional parte el exhausto silencio la guitarra,
Amarrando su sonido al tambor, la trompeta y la macana,
Pues no existe aun noche clara, ni muñeca sin su ara,
Cuando los intentos caen por luchar a no ser sana.

Quizás caiga la esperanza, de seguir contando ratos,
Pues en los largos cabellos de escobines oportunos,
Se han llevado los recuerdos de algunos fieles ingratos,
Y una ronca sirena anuncia que puede pasar algunos.


Entonces siguiendo el ritmo de los cantares en eco perdido,
Dos niños bailan contentos el hecho que ha acontecido,
Tal vez guardan en memoria entre plumas y canciones,
A una militar divina, que en cielo teje oraciones.

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