miércoles, 18 de julio de 2007

Le tengo miedo a la puerta

Le tengo miedo a la puerta abierta de mi cuarto por las noches, cuando debajo de su silueta geométrica de madera pulida, mis fantasías y temores se cuajan en sombras que se comen a los Ángeles que curan de las dudas cuando no tienen que hacer.

Le temo a la sombra del bordo de la pared verde que dibuja, asociada con mi sueño moribundo, figuras fantásticas nacida del meollo mismo de la piedra angular de mi conciencia. De hay. De donde salen gimiendo sin control, sin fuerza viva alguna, las penas añejas aquellas que no se olvidan, que se liberan con seis pesos de saldo en una llamada, con doscientos pasos o cuatro cincuenta de una visita, con un par de labios curvándose hacia arriba con cariño, mostrando agrado.

Le temo, otra vez ya no es noticia, al mundo real de allá afuera. Como si de verdad existiera. Como si, como aquella vez, fuera realmente consiente de que existo. ¿El mundo estará consiente de que existo?

Miro nuevamente la sombra de mi conciencia reflejada en la eclipsada luz que llega a la puerta, que opaza en los ases luminosos de la luna muerta, provocando todo aquello.

Le tengo temor, pánico, terror, admiración, ira, benevolencia, gracia...le tengo respeto a todas aquellas sombras que me persiguen cuando la luz no esta encendida; cuando corro velozmente por la escalera por que me sigue es demonio que guardo a un lado de mi alma, que solo mira y vive cuando la luz se apaga.

Le tengo miedo a ese mundo, el que no existe, de allá afuera; ese que vive en mi conciencia y que ignora que existo. Le tengo miedo a eso, pero más que nada... le tengo miedo a la puerta.

No hay comentarios: