lunes, 3 de septiembre de 2007

La luz de luna toco nerviosa
La faz de seda con paz de mármol,
Tomando vuelo llevó tediosa
La fiel sapiencia del sabio árbol.

Cual bella fruta que el tiempo añeja,
Entre las ramas, el viento, el tiempo,
Dieron las gracias que sol les deja,
Para escudarla del mal lamento.

Jamás la aurora dio tal aroma, ni tal belleza,
Que el plenilunio se asoma con tal criatura,
La acaricio aquel amante con tal franqueza,
Que tatuó con luz los dedos de sutil cintura.

La abatida vida perdió en las estrellas,
Cerró aquellos parpados, cual la vida salda;
Los abrió extasiados, cantandole a aquellas
fieles suaves manos que halla en su espalda.

Renació glorioso frente al cielo oscuro al rezo,
Se extasió del alma pura aquella estrella tocar,
Ella fue la amada exacta por suspiro y beso,
El la amo con vida, en muerte, con cielo y la mar.

Y entonces apenas aquel astro rey en figura ecuestre,
Cual guerrero que regresa épico bañado en olivo,
Coronó las lomas, matizando en oro el mural celeste,
Dio fin a la noche sienandole a ella un beso en sigilo.

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